viernes, 30 de marzo de 2012

El tiro por la culata.


Centenares de miles contra la gaviota carroñera.
Pues parece que al PP le puede salir más caro de lo que pensaba su depredación del contrato social y del pacto constitucional.

Para empezar, las elecciones andaluzas. No es lo peor (para ellos) el enésimo fracaso de Javier Arenas Bocanegra, ni que haya sido nuevamente incapaz de arrebatar el gobierno andaluz a la izquierda. No. Lo peor (para ellos) es el auge de Izquierda Unida (¡los comunistas!), que ahora va a poder condicionar y escorar hacia la izquierda las políticas siempre más moderadas del PSOE. Y esto va a ser una constante en los próximos años, hasta que los socialistas sean capaces de rehacerse del varapalo de las pasadas elecciones.

Y para seguir (porque esto no parece que vaya a terminar aquí) la huelga y la multitudinaria manifestación de ayer (todavía no doy crédito), que ha sacado a la calle a gente que habitualmente no se manifiesta. Por algunas de las caras que vi, por los pendientes de perla y miradas de despistados, me atrevería a decir que había incluso gente de derechas de toda la vida (como Dios manda), que se han dado cuenta de que a sus hijos los van a tratar como mercancías y, claro, no les parece bien. Porque esta desvergüenza pepera está dando lugar a que la gente despierte, a que se reconozca en lo que es y a que se estrechen lazos de clase durante mucho tiempo dormidos.

Lo peor que le ha pasado en la historia al trabajador de la Europa Occidental ha sido la caída del Muro de Berlín. Mientras existía la amenaza comunista, el capital, miedoso como es, ofreció al obrero una serie de derechos y ventajas (sanidad, educación, participación en los beneficios económicos de la nación…) para evitar perder su posición de dominio. Una revuelta comunista en Europa era imposible, pues hasta el último de los obreros tenía más que perder que ganar con ello (¡si hasta tenía tele!). Pero hundida la URSS, los capitalistas perdieron el miedo, empezaron a hablar del fin de la historia y de la ideología única (la suya), y a poner los cimientos de este combate que estamos padeciendo contra el estado social, con el propósito de devolvernos a las relaciones laborales/sociales del siglo XIX. Casi lo han conseguido; en eso están, pero que no olviden que, por mucho que les pese, Marx tenía razón en la concepción dialéctica de la historia.

Pero quizás esta vez han mordido más de lo que pueden comer: están traspasando con total desfachatez las líneas rojas para invadir de lleno la dignidad personal de los trabajadores. Y ahora, cada cuatro años hay elecciones, y puede que, no sólo salgan disparados del gobierno de la nación, como sin duda saldrán, sino que quienes entren den la vuelta a la tortilla de una manera que no se esperan. Veremos lo que va sucediendo en las próximas elecciones en los demás países de Europa. Veremos cuánto tiempo perdura ese monocorde gobierno de derechas que hay hoy en Europa. Francia, Alemania, Italia, Reino Unido… ¿Cuánto más va a aguantar la gente a que los tecnócratas a sueldo de quienes les han empobrecido les quiten también los pocos derechos y ventajas que les quedan por permitir el enriquecimiento de los de siempre? La economía del miedo está explicada hasta la saciedad, pero ésta sólo es posible en regímenes dictatoriales. Aquí tenemos a los deleznables Jotapedros, Intereconomías y ansones intentando instaurar uno utilizando el miedo y la mentira sistemática. Pero eso no parece que vaya a ser suficiente (al menos para todos).

Disparar la pistola de Judas es lo que tiene, que te revienta la cara.

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