miércoles, 25 de enero de 2012

La privatización de la Soberanía Nacional.

Era sólo cuestión de tiempo. La aventajada alumna de Margaret Thatcher (esa gran amiga de Pinochet) que tenemos por presidenta de la Comunidad Madrid, la lideresa popular por excelencia, esa mujer “cojonuda”, en palabras de Díaz Ferrán, modelo por otro lado del empresariado español de abolengo, ha dado un definitivo paso adelante.
No conforme con la privatización de cualquier ente público (o sea, nuestro) que pueda repartir beneficios entre sus fieles amigos, ahora toca la soberanía nacional. Así lo ha anunciado sin sonrojo alguno: hará lo que haga falta para que se instalen en Madrid los mafiosos del juego de medio mundo. Gracias a ello se crearán miles de puestos de trabajo, abriéndose dos nuevos nichos de negocio para los emprendedores más decididos: la prostitución y el matonismo. Nuestras hijas e hijos tendrán así un prometedor futuro profesional por delante.
Claro que para ello hay que hacer algún retoque de menor importancia, como cambiar al antojo de los “empresarios” del juego las leyes emanadas del parlamento (nacional o regional). Es la empresa privada la que tiene que tomar el mando y decidir si lo que las leyes, máxima expresión de la soberanía popular, dicen vale o no vale para que ellos puedan hacer negocios a sus anchas y ganar todo el dinero posible. Dinero que sacarán de los bolsillos de los pobres idiotas que todavía creen que se puede ganar contra la banca (del casino, claro).
La privatización del parlamento. ¡Qué gran lección liberalista! ¡Y qué gran ahorro para el ciudadano! En época de recortes como la que vivimos, ¿qué mejor que sustituir las caras e ineficientes cámaras legislativas por un directorio de contables que analice los beneficios y costes económicos de cualquier iniciativa que pueda presentarse y decidir así sobre su aceptación?

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